domingo, 20 de noviembre de 2011

Si lo llego a saber…

  Una sema nada más. Ésta vez, breve. Y es que con un cierre de por medio en CINEMANÍA, a uno no le da tiempo de ponerse con otras cosas que no sea pasar el mayor tiempo posible durmiendo. O viendo pelis de James Bond. La otra noche me puse una, así, a boleo. Y me salió “NUNCA DIGAS NUNCA JAMÁS”. Y la verdad, me parece una peli un tanto… ridícula. Más allá de lo que lo suelen ser la pelis de Bond. Y que conste que esa “ridiculez” es parte de su encanto, pero me parece que las pelis más antiguas de la saga han envejecido mejor. Con más dignidad. Tal vez sea que tenían menos pretensiones… Por ejemplo, en “Nunca Digas Nunca Jamás”, ver a Sean Connery metiendo tripa (y eso que a esa edad se mantenía bastante en forma), es un ejercicio de vergüenza ajena del mayor sonrojo, aderezado por una colección de chistes auto-referenciales que no terminan de mejorar esa ensalada. Todo lo contrario. 
 
Casualmente, la siguiente película, aleatoria, de Bond de mi maratón fue THUNDERBALL, conocida por aquí como “OPERACIÓN.TRUENO”. Uno de esos rarísimo casos en el que nuestros originales títulos doblados de pelis extranjeras mola más que el original. Lo curioso del caso, como todo el mundo sabe ya, es que Operación: Trueno y Nunca Digas Nunca Jamás (ya empiezo a cansarme de escribir el título entero) son las misma película. Es decir, que NCDNJ (esto es mucho menos cansado de escribir) es un remake (tan de moda ahora) de Operación: Trueno. El caso es que la original es mucho más divertida, y está mucho mejor hecha. Connery es más Bond y Claudine Auger es una Dominó mucho más atractiva de lo que fue Kim Bassinger, aunque enseñara menos cachaza y se le notaban menos los pezones.
Y además, Bond sale con esa mochila cohete tan chula. El caso es que ahora caban de anunciar el inico de rodaje de la nueva peli de Bond con cara de Daniel Craig. Sí, la de Bardem, como se la conocerá, en lugar de un título tan olvidadizo como “SKYFALL”. El caso es que ahora, una peli de Bondo como las de antes estaría más cerca de una peli como la s de Austin Powers que de un producto fardón y de espías que pudiera hacer algo de taquilla y no conseguir que la chavalería se descojonase en los multicines. Por cierto, m editor de texto cada vez que escribo “Bond” me lo cambia automáticamente a “bondo”, comuna italiana en la provincia de Trento.  Lo que significa que tengo una editor de texto elitista y políticamente posicionado. El caso es que el nuevo Bond le debe muchísimo a las pelis de Jason Bourne, que resucitaron el género con ese toque de realismo y dinámica narrativa que, personalmente, me fascina.
 
Ésta ha sido mi principal reflexión durante el fin de semana. Creo que ha habido más cosas sobre las que reflexionar, pero me puede el desánimo y termino dejándome llevar por el ritmo de las caderas (caderazas) de las chicas Bond.
Como punto y final tengo que decir que una peli de Bond con malo con parche, es un planazo para un sábado tarde.
A pesar de que este tipo de reflexiones puede asaltarme en cualquier momento, ya que llevo una ida terriblemente emocionante y asolada de peligros, al menos en lo que a reflexiones se refiere, he estado dándole vueltas al tema Bond (alguna cosilla más que las que he puesto ahí arriba ha cruzado el espacio situado entre las patillas de mis gafas), una nueva me ha saltado sin piedad: Invitas a cenar a un amigo en tu nueva casa, el día que a él mejor le viene porque es un hombre ocupado. ¿Y quién o lo es hoy en día, no? Bien, todo parece ser estupendo. Improvisas sobre la marcha una cena con lo que tienes a mano, después de un cierre más o menos apretado. Pasan un par de semanas y vuelves a decirle a tu amigo que se pase por casa, a comer o algo, y el te dice, con tono socarrón: pero a ver si te estiras un poco más con la comida, que la última vez me quedé tiritando”. Lo primero que piensas, así, entre risas es un “¡qué cabrón!”. Per “cabrón” en plan “cabroncete”, pero según pasan los días, le vas dando vueltas a la cabeza y piensas “este tipo, a pesar de ser mi amigo, es un puto desagradecido”. Y claro, te avinagra un poco el humor, porque es tu amigo, pero eso no quita que tu amigo sea un bocas, un desagradecido o un gorrón. O las tres cosas, posibilidad que no mejora tu humor. Lo dejaremos en, como diría Don Javier Krahe: "la próxima vez, a comer, te invita Rita, lo que soy yo, quita, quita".
Cualquier excusa es buena para mter una canción de Krahe, caramba.
Otra reflexión que ha asaltado, hace un rato, es que cuando te mudas y le das a tu amigos, hombres de confianza, colegas, camaradas, compañeros y contados confidentes tu nuevo número de teléfono. Para charlas. Para lo que pueda pasar. No sé, lo normal. Y resulta que uno de estos hombres de confianza, colega, camarada, compañero y confidente le da tu nuevo número a una persona que tu no querías que lo tuviera (porque si lo quisieras se lo habrías dado tú mismo). Seguramente tu amigo piensa que te ha hecho un favor, pero no, porque cuando menos te lo esperas, te llama alguien con quien no quieres hablar como si fuera una sorpresa. Un momento raro y desagradable.
Otra reflexión es la que se produce cuando te llama una persona con la que mantienes una relación rara por no decir complicada. Salvado lo extraño de la conversación en sí, el situación se vuelve entre molesta y ridícula cuando esa misma persona vuelve a llamar, otras dos veces, para ultimar algún tipo información que se había olvidado de trasmitirte. Cabe decir que la conversación, además de incómodo es insulsa. Lo que voy a escribir ahora puede ser un comentario que mucha gente no comprenda, no comparta o simplemente piense que proviene de un enfermo mental. Creo que sólo lo hijos únicos pueden comprenderlo). El caso es que cuando uno no realiza una llamada (o inicia una conversación), lo más probable sea que esa conversación no le interese especialmente. Siempre puede ser que quien te llame lo haga para decirte algo que te interese o te afecte especialmente. Y eso es algo muy interesante, es evidente. Pero cuando alguien te llama en plan “cuéntame algo”, sabes que por delante tienes unos cuanto minutos de incómoda e insulsa charla. Es decir: me has llamado tú, así que eres tú quien (se supone) tiene algo que decir. Yo no te he llamado porque no tengo nada que decir.
Como decía antes, molan mucho más las pelis de Bond. Para no rallarme más y aburrir a quien quiera que a estas alturas siga leyendo, dejo una recomendación y un hallazgo. La recomendación es EL TEMOR DE UN HOMBRE SABIO, la segunda parte de La Historia de Kvothe de Patrick Rothfuss. El primer libro me enganchó de maravilla, pero la adicción que tengo con este segundo libro la he experimentado pocas veces. Si no has leído el primer libro, hazte con él para poder leer este segundo. Si ya has leído el primero, pues seguramente ya estarás leyendo éste…
El hallazgo ha sido el trailer de esta peli de animación, que no ha sido estrenada en nuestro país y que tiene pinta de ser descacharrante y de estar cargado de metal.
Todo el frikerío, además en FACEBOOK y TWITTER.           
  PAZ!

1 comentario:

Anónimo dijo...

Para que luego digan que las tías nos rayamos.