Una sema nada más. Ésta vez, breve. Y es que con un cierre
de por medio en CINEMANÍA, a uno no le da tiempo de ponerse con otras cosas que
no sea pasar el mayor tiempo posible durmiendo. O viendo pelis de James Bond.
La otra noche me puse una, así, a boleo. Y me salió “NUNCA DIGAS NUNCA JAMÁS”.
Y la verdad, me parece una peli un tanto… ridícula. Más allá de lo que lo
suelen ser la pelis de Bond. Y que conste que esa “ridiculez” es parte de su
encanto, pero me parece que las pelis más antiguas de la saga han envejecido
mejor. Con más dignidad. Tal vez sea que tenían menos pretensiones… Por
ejemplo, en “Nunca Digas Nunca Jamás”, ver a Sean Connery metiendo tripa (y eso
que a esa edad se mantenía bastante en forma), es un ejercicio de vergüenza
ajena del mayor sonrojo, aderezado por una colección de chistes
auto-referenciales que no terminan de mejorar esa ensalada. Todo lo contrario.
Casualmente, la siguiente película, aleatoria, de Bond de
mi maratón fue THUNDERBALL, conocida por aquí como “OPERACIÓN.TRUENO”. Uno de
esos rarísimo casos en el que nuestros originales títulos doblados de pelis
extranjeras mola más que el original. Lo curioso del caso, como todo el mundo
sabe ya, es que Operación: Trueno y Nunca Digas Nunca Jamás (ya empiezo a
cansarme de escribir el título entero) son las misma película. Es decir, que
NCDNJ (esto es mucho menos cansado de escribir) es un remake (tan de moda
ahora) de Operación: Trueno. El caso es que la original es mucho más divertida,
y está mucho mejor hecha. Connery es más Bond y Claudine Auger es una Dominó
mucho más atractiva de lo que fue Kim Bassinger, aunque enseñara menos cachaza
y se le notaban menos los pezones.
Y además, Bond sale con esa mochila cohete tan chula. El
caso es que ahora caban de anunciar el inico de rodaje de la nueva peli de Bond
con cara de Daniel Craig. Sí, la de Bardem, como se la conocerá, en lugar de un
título tan olvidadizo como “SKYFALL”. El caso es que ahora, una peli de Bondo
como las de antes estaría más cerca de una peli como la s de Austin Powers que
de un producto fardón y de espías que pudiera hacer algo de taquilla y no
conseguir que la chavalería se descojonase en los multicines. Por cierto, m
editor de texto cada vez que escribo “Bond” me lo cambia automáticamente a
“bondo”, comuna italiana en la provincia de Trento. Lo que significa que tengo una editor de texto elitista y
políticamente posicionado. El caso es que el nuevo Bond le debe muchísimo a las
pelis de Jason Bourne, que resucitaron el género con ese toque de realismo y
dinámica narrativa que, personalmente, me fascina.
Ésta ha sido mi principal reflexión durante el fin de
semana. Creo que ha habido más cosas sobre las que reflexionar, pero me puede
el desánimo y termino dejándome llevar por el ritmo de las caderas (caderazas)
de las chicas Bond.
Como punto y final tengo que decir que una peli de Bond con
malo con parche, es un planazo para un sábado tarde.
A pesar de que este tipo de reflexiones puede asaltarme en
cualquier momento, ya que llevo una ida terriblemente emocionante y asolada de
peligros, al menos en lo que a reflexiones se refiere, he estado dándole
vueltas al tema Bond (alguna cosilla más que las que he puesto ahí arriba ha
cruzado el espacio situado entre las patillas de mis gafas), una nueva me ha
saltado sin piedad: Invitas a cenar a un amigo en tu nueva casa, el día que a
él mejor le viene porque es un hombre ocupado. ¿Y quién o lo es hoy en día, no?
Bien, todo parece ser estupendo. Improvisas sobre la marcha una cena con lo que
tienes a mano, después de un cierre más o menos apretado. Pasan un par de
semanas y vuelves a decirle a tu amigo que se pase por casa, a comer o algo, y
el te dice, con tono socarrón: pero a ver si te estiras un poco más con la
comida, que la última vez me quedé tiritando”. Lo primero que piensas, así,
entre risas es un “¡qué cabrón!”. Per “cabrón” en plan “cabroncete”, pero según
pasan los días, le vas dando vueltas a la cabeza y piensas “este tipo, a pesar
de ser mi amigo, es un puto desagradecido”. Y claro, te avinagra un poco el
humor, porque es tu amigo, pero eso no quita que tu amigo sea un bocas, un
desagradecido o un gorrón. O las tres cosas, posibilidad que no mejora tu
humor. Lo dejaremos en, como diría Don Javier Krahe: "la próxima vez, a comer, te invita Rita, lo que soy yo, quita, quita".
Cualquier excusa es buena para mter una canción de Krahe, caramba.
Otra reflexión que ha asaltado, hace un rato, es que cuando te mudas y le das a tu amigos,
hombres de confianza, colegas, camaradas, compañeros y contados confidentes tu
nuevo número de teléfono. Para charlas. Para lo que pueda pasar. No sé, lo
normal. Y resulta que uno de estos hombres de confianza, colega, camarada,
compañero y confidente le da tu nuevo número a una persona que tu no querías que
lo tuviera (porque si lo quisieras se lo habrías dado tú mismo). Seguramente tu
amigo piensa que te ha hecho un favor, pero no, porque cuando menos te lo
esperas, te llama alguien con quien no quieres hablar como si fuera una
sorpresa. Un momento raro y desagradable.
Otra reflexión es la que se produce cuando te llama una
persona con la que mantienes una relación rara por no decir complicada. Salvado
lo extraño de la conversación en sí, el situación se vuelve entre molesta y
ridícula cuando esa misma persona vuelve a llamar, otras dos veces, para
ultimar algún tipo información que se había olvidado de trasmitirte. Cabe decir
que la conversación, además de incómodo es insulsa. Lo que voy a escribir ahora
puede ser un comentario que mucha gente no comprenda, no comparta o simplemente
piense que proviene de un enfermo mental. Creo que sólo lo hijos únicos pueden
comprenderlo). El caso es que cuando uno no realiza una llamada (o inicia una
conversación), lo más probable sea que esa conversación no le interese especialmente.
Siempre puede ser que quien te llame lo haga para decirte algo que te interese
o te afecte especialmente. Y eso es algo muy interesante, es evidente. Pero
cuando alguien te llama en plan “cuéntame algo”, sabes que por delante tienes
unos cuanto minutos de incómoda e insulsa charla. Es decir: me has llamado tú,
así que eres tú quien (se supone) tiene algo que decir. Yo no te he llamado
porque no tengo nada que decir.
Como decía antes, molan mucho más las pelis de Bond. Para no
rallarme más y aburrir a quien quiera que a estas alturas siga leyendo, dejo
una recomendación y un hallazgo. La recomendación es EL TEMOR DE UN HOMBRE
SABIO, la segunda parte de La Historia de Kvothe de Patrick Rothfuss. El primer
libro me enganchó de maravilla, pero la adicción que tengo con este segundo
libro la he experimentado pocas veces. Si no has leído el primer libro, hazte
con él para poder leer este segundo. Si ya has leído el primero, pues
seguramente ya estarás leyendo éste…
El hallazgo ha sido el trailer de esta peli de animación,
que no ha sido estrenada en nuestro país y que tiene pinta de ser descacharrante
y de estar cargado de metal.
1 comentario:
Para que luego digan que las tías nos rayamos.
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